Características de
las armas nucleares
Las bombas
atómicas, o de fisión, se basan en una reacción en cadena autosostenida en una
masa de uranio o plutonio que origina la liberación de una enorme cantidad de
energía en un espacio de tiempo muy corto. El diseño y construcción de una
bomba atómica es muy complejo, pero en la actualidad está ampliamente aceptado
que un físico nuclear competente puede obtener toda la información necesaria de
la literatura científica publicada, de fácil acceso. La mayor parte de las
armas nucleares actuales son científicamente más avanzadas y pertenecen a la
segunda generación de bombas de hidrógeno o termonucleares. Estas armas
aprovechan la explosión de fisión para crear la energía suficiente como para
que tenga lugar el proceso de fusión del hidrógeno. Entonces se produce un
enorme desprendimiento de energía, mucho mayor que en una bomba atómica. Desde
el punto de vista teórico no hay límite para la magnitud de una explosión
termonuclear.
Desde el momento en
que la tecnología nuclear se utilizó en 1945 y se conocieron sus resultados, se
ha considerado de forma general, aunque no unánime, que no son armas en el
sentido tradicional, esto es, que otorguen una ventaja militar viable a sus
poseedores. Cuando se comprendió que el uso de las armas nucleares amenazaba
con aniquilar no sólo a los beligerantes, sino destruir y contaminar gran parte
de la superficie de la Tierra, se llegó a pensar que el desarrollo de estas
armas había alcanzado finalmente los límites de proporcionalidad y utilidad.
Un arma nuclear
implica un vector o sistema de transporte, además de la bomba o cabeza
explosiva. El primer vector fue el bombardero estratégico. A medida que la
Guerra fría progresaba, fue desarrollándose una amplia variedad de vectores:
misiles de diversos alcances disparados desde el aire, tierra y mar, artillería
de campaña, cargas de profundidad lanzadas desde barcos y minas terrestres. La
tecnología de las armas nucleares se encuentra en la actualidad tan extendida
que hoy pueden ser transportadas en el portaequipajes de un simple automóvil.
Además, su potencia explosiva se ha incrementado dramáticamente: las bombas
lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki tenían una carga explosiva de unos 13
kilotones (equivalentes a 13.000 toneladas de trinitrotolueno, TNT); por su
parte, la potencia de algunos misiles teledirigidos estadounidenses o
soviéticos llega a alcanzar 1,5 megatones o 1.500.000 toneladas de TNT. En
1962, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hizo explotar una
bomba termonuclear con una potencia de 58 megatones. Las armas nucleares,
además, han ido haciéndose extremadamente precisas: el `error circular
probable' de un misil MX estadounidense es de 100 m exactamente: esto
quiere decir que hay un 50% de probabilidades de que un misil de 11.000
kilómetros de alcance deje caer su cabeza explosiva con un error de 100 m
respecto de su objetivo.
Efectos de las
armas nucleares
Los primeros
efectos de una explosión nuclear son: una onda muy brillante que desprende
enorme calor y radiación térmica y una inmensa ráfaga de aire, originándose
incendios y una vasta destrucción; también se desprenden una serie de pulsos
electromagnéticos (EMP) que, sin dañar a los seres humanos o a los edificios,
anulan los sistemas de comunicación. La radiación nuclear, extremadamente
dañina para todas las formas de vida, adopta la forma de radiación directa en
el momento de la explosión y de la lluvia radiactiva, esto es, del polvo y
restos succionados e irradiados durante la explosión que caen de nuevo a la
tierra. Es posible diseñar armas que aumenten ambos efectos. Las armas pensadas
para ser utilizadas contra las unidades militares producirán una alta cantidad
de EMP con el fin de neutralizar la red de comunicaciones militares. El tipo
mejor conocido es la llamada bomba de neutrones o bomba radiactiva con efectos
explosivos reducidos. Esta bomba aumenta al máximo la radiación letal directa
para matar las tripulaciones de los carros de combate, pero reduce al mínimo
los efectos de la explosión sobre el material bélico o edificios.
Principales
potencias nucleares
Estados Unidos tuvo
el monopolio de las bombas atómicas desde 1945 hasta la primera prueba nuclear
soviética en 1949. También fue el primer país en probar una bomba termonuclear
en 1952, y la Unión Soviética siguió su ejemplo un año más tarde. En 1957, los
soviéticos lanzaron el satélite Sputnik a la órbita terrestre,
provocando el temor estadounidense a rezagarse en el terreno de la industria
aeroespacial. Ambos países desarrollaron una carrera para fabricar bombarderos,
misiles y otros sistemas de transporte de cabezas nucleares. A finales de la
Guerra fría, cada uno tenía aproximadamente 10.000 cabezas nucleares
estratégicas (intercontinentales) y muchísimas más cabezas subestratégicas (de
corto y medio alcance). Además de los dos ya citados, los países que reconocen
tener un arsenal nuclear son Gran Bretaña, China y Francia; otros estados, como
Israel y la República de Suráfrica, se considera de forma unánime que poseen
armas nucleares; en tanto que hay otros países que parecen estar en el umbral
nuclear, es decir, que son capaces de desarrollar un programa armamentístico
nuclear: este es el caso de Irán, Corea del Norte, India y Pakistán. El
desmantelamiento del programa de armas nucleares iraquí después de la guerra
del Golfo Pérsico reveló que Irak estaba asimismo en camino de desarrollar
ingenios nucleares.
El Tratado de No
Proliferación Nuclear (NPT)
La proliferación o
difusión de las armas nucleares se ha desarrollado de dos formas: vertical y
horizontal. La proliferación vertical supone la expansión y desarrollo de los
arsenales ya existentes y se regula por un acuerdo de control de armas entre
los poseedores. La prevención de la proliferación horizontal es el objeto de la
política de no proliferación nuclear, la cual presenta diversos elementos, como
controles de la exportación nacional y multilateral, organismos de inspección y
verificación, prohibición de pruebas nucleares y, más recientemente, el intento
de vetar en adelante la producción de material que permita la fisión nuclear.
La clave para esta
política es el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT) firmado en 1968. En
esencia, el NPT es un pacto por el que los estados sin armas nucleares se
comprometen a renunciar a la investigación relativa a este armamento y al
desarrollo y adquisición de estas armas, a cambio del acceso a la tecnología
nuclear para uso civil. Entre los países no signatarios, sin embargo, se
encuentran Israel, India y Pakistán: tres países, casi con toda certeza,
poseedores de armas nucleares y que han mantenido diversas guerras en la
historia reciente. El intento norcoreano de abandonar el NPT en 1993, para
evitar abrir sus instalaciones nucleares a la inspección de la Agencia de la
Energía Atómica Internacional, provocó la amenaza de un ataque preventivo sobre
estas instalaciones por bombarderos estadounidenses. El NPT, que en la
actualidad es aceptado por unos 170 países, fue objeto en 1995 de una gran
conferencia internacional para tratar sobre la expiración oficial del Tratado
en mayo de ese año. Las grandes potencias poseedoras de armas nucleares y con
presencia permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aseguraron
la continuidad indefinida de la vigencia del NPT (entre otros acuerdos
alcanzados) al permitir acciones de represalias consensuadas contra cualquier
culpable de ataque nuclear o de amenazas contra un país firmante del NPT.
Muchos estados
critican el NPT por discriminatorio y exigen que las potencias nucleares hagan
más esfuerzos para cumplir su parte del acuerdo, trabajando conscientemente
para alcanzar el desarme nuclear y la prohibición completa de las pruebas
nucleares. La política de no proliferación se enfrenta con otra serie de retos:
existe una dificultad básica para distinguir entre el uso civil y militar de la
tecnología nuclear y parece cada vez más difícil controlar el tráfico de
componentes y materiales básicos. Además, en diversas partes del mundo aparece
cada vez más erosionada la concepción de las armas nucleares como armas no
aceptables en conflictos bélicos, y no parece que sea descartable la
posibilidad de que una organización terrorista pueda con el paso del tiempo
adquirir y utilizar armas nucleares.

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